AUTORRETRATO DE EDOUARD LEVÉ

Mi autorretrato al estilo Levé:
Mido metro sesenta. Nunca me he acostado con una cebra. He tenido la idea de escribir una novela sobre mutaciones genéticas. El síndrome de Angelman me fascina. No me gustan los plátanos. De pequeña reunía todas las mariquitas que podía en una esquina del porche y las aplastaba con una losa. Canto de memoria cinco canciones de Britney Spears. No voto. No como ostras. No tengo coche. He viajado a ocho países diferentes. He estado en un karaoke. No he estado en un club de intercambio de parejas. Soñé que leía el Ulises de Joyce. No he leído el Ulises de Joyce; no he terminado En busca del tiempo perdido; no he pasado de la página 40 de El hombre sin atributos; no se me han hecho breves las 126 páginas del Autorretrato de Edouard Levé. Podría continuar este ejercicio durante 126 páginas. No creo que el contenido le interesara ni a mi madre. El recurso de escribir como quien hace la lista de la compra me recuerda a Walt Whitman. Walt Whitman es un poeta que me irrita sobremanera. Prefiero a Emily Dickinson. Si Emily Dickison condensaba, Walt Whitman tenía que decirlo todo: una baldosa suelta en la calle, una prostituta que se asoma por la ventana, se pone el sol en América, atraca un barquito en Manhattan, un hombre con mondadientes arranca una brizna de hierba para limpiar la mierda de sus zapatos, a una muchacha se le hincha el pecho de goce al pronunciar la palabra democracia. GOD BLESS YA WHITMAN. Levé puede utilizar una técnica parecida, pero el carácter de su obra es anti-Whitmaniano. El poeta del sombrero de paja construía mediante acumulación para dar a entender LA GRANDEZA DE LA NACIÓN Y LA PLURALIDAD DE LA DEMOCRACIA; Levé demuestra en su Autorretrato la insignificancia de la experiencia vital humana. Ya lo he dicho: 126 páginas y múltiples repeticiones temáticas. No es modestia: es la pura verdad. Somos una lista de “he visto, he tenido, no he hecho, he conducido, he follado, he dicho.” En fin, me gusta la tesis del libro más que el libro en sí. Levé no se conforma con ser Whitmaniano sino que también quiere ser Dickinsoniano y aúna la enumeración con el epigrama de manera que a veces da la impresión de que lo que estamos leyendo es una “lista de aforismos”, uno detrás de otro, sin punto y seguido. Y nadie puede escribir mil y pico frases ocurrentes de un tirón. Nadie puede ser original siempre.

“Fantaseo con escuchar a escondidas lo que se habla en una notaría durante una semana. No fantaseo con hacer lo mismo en la consulta de un psicoanalista” PORQUE ESO ES LO OBVIO Y YO COMO SOY ARTISTA INTENTO HACER LO CONTRARIO A LO OBVIO (Pero lo contrario a lo obvio no es necesariamente original.)

“Viendo Harlem desde el metro me vino a la cabeza esta frase: “No es la tierra prometida” ¿A TI Y A CUÁNTOS MÁS?

“A mi abuelo le presentaron a mi abuela porque a los dos les gustaban las corrientes de aire” NO TIENE NINGÚN SENTIDO PERO SUENA MUY ORIGINAL, ¿NO?

Pero merece la pena leer el libro por otros momentos más inspirados:

“Escuchar música alegre es como pasar un rato con gente que no se me parece”

“Podría hacer una colección perversa de guías turísticas temáticas, con títulos como: chalés arrogantes, Semáforos peligrosos, Supuestos museos, Lugares donde no hay nada que ver en particular, Sitios en los que tal vez durmiera un arzobispo.”

“No pregunto si me quieren. Solo podré decir una vez sin faltar a la verdad: “Me muero”. El mejor día de mi vida quizá ya haya pasado.” Así, por cierto, termina el libro. Muy conmovedor. Tras Autorretrato Levé escribió Suicidio y luego se pegó un tiro, tras haberle enviado el manuscrito a su editor. Los artistas plásticos tienen un sentido del efecto mucho más cultivado que el resto de los mortales.
A 451 Editores le encantan los autores trágicos: Levé, Jorge Barón Biza, Rodolfo Walsh, Shakespeare… Pero, y a raíz del post anterior, haré notar que es una de las pocas editoriales que aún parece tener correctores de estilo competentes en nómina. Brindo por ello. Y Micah P. Hinson, ese gran emo, brinda por el suicidio versionando el canon de Pachelbel:

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