POR GONZALO ROJAS

No le copien a Pound.


No le copien a Pound, no le copien al copión maravilloso
de Ezra, déjenlo que escriba su misa en persa, en cairo-arameo, en sánscrito,
con su chino a medio aprender, su griego translúcido
de diccionario, su latín de hojarasca, su libérrimo
Mediterráneo borroso, nonagenario el artificio
de hacer y rehacer hasta llegar a tientas al gran palimpsesto de lo Uno;
no lo juzguen por la dispersión: había que juntar los átomos,
tejerlos así, de lo visible a lo invisible, en la urdimbre de lo fugaz
y las cuerdas inmóviles; déjenlo suelto
con su ceguera para ver, para ver otra vez, porque el verbo es ése: ver,
y ése el Espíritu, lo inacabado
y lo ardiente, lo que de veras amamos
y nos ama, si es que somos Hijo de Hombre
y de Mujer, lo innumerable al fondo de lo innombrable;
no, nuevos semidioses
del lenguaje sin Logos, de la histeria, aprendices
del portento original, no le roben la sombra
al sol, piensen en el cántico
que se abre cuando se cierra como la germinación, háganse aire,
aire-hombre como el viejo Ez, que anduvo siempre en el peligro, salten intrépidos
de las vocales a las estrellas, tenso el arco
de la contradicción en todas la velocidades de lo posible, aire y más aire
para hoy y para siempre, antes
y después de lo purpúreo
del estallido
simultáneo, instantáneo
de la rotación, porque este mundo parpadeante sangrará,
saltará de su eje mortal, y adiós ubérrimas
tradiciones de luz y mármol, y arrogancia; ríanse de Ezra
y sus arrugas, ríanse desde ahora hasta entonces, pero no lo saqueen; ríanse, livianas
generaciones que van y vienen como el polvo, pululación
de letrados, ríanse, ríanse de Pound
con su Torre de Babel a cuestas como un aviso de lo otro
que vino en su lengua;
cántico,
hombres de poca fe, piensen en el cántico.



ARGENTINOS: POLA OLOIXARAC Y PETER CAPUSOTTO

Un nuevo reportaje hoy en El País (link) deja claro que el diario aborrece el kirchnerismo y considera a la presidenta Cristina algo así como una Chávez color de rosa. No estoy muy enterada del conflicto, sólo de la tendenciosidad de este diario que echa espuma por la boca en cuanto se ataca a algún escritor de Alfaguara, pero no creo que Argentina tenga problemas de autocrítica tan severos cuando el cómico Diego Capusotto sale semanalmente en la cadena pública. Los argentinos saben hacer algo que en España aún no se estila: parodiar sin complejos y desde la izquierda las inconsistencias y absurdeces de la propia izquierda. En esto, los sketches de Capusotto y la primera novela de Pola Oloixarac coinciden.



Cortázar decía que la novela ha de ganar por puntos y el cuento por knock out. Se me ocurre también que una novela debería ser tan buena como su mejor capítulo o pasaje. Las teorías salvajes es una obra bastante irregular que resulta sin embargo brillante aplicando cualquiera de estos dos criterios. Por acumulación gana y es un puzle caótico, muy satírico e inteligente sobre los muchísimos sinsentidos de la modernidad. Por saliencia, los pasajes del atraco en los bosques de Palermo o el síndrome de Down que eyacula en manos de Kamtchowsky en un Macdonalds son tan absolutamente geniales que el resto de la novela, sin más, se diluye en ellos. Ahora bien: aunque apoyaré siempre cualquier ofensiva narrativa o armamentística que se emprenda contra la ACADEMIA y aunque muchos pasajes de la novela muestran con éxito su ridiculez intrínseca, no tolero que la autora nos castigue utilizando como medio para su sátira el sublenguaje propio de la charlatanería teórica. El 99% del público nerd al que va orientada esta novela ya habrá sufrido la universidad y coincidirá conmigo, por lo tanto, en que nada de cuanto se oye en las aulas – es decir: de cómo se oye - debería colarse en literatura, esa cosa inescrutable que es principalmente estilo; porque haciéndolo se corre el riesgo de que el resultado deje de considerarse eso: literario. Lamento decir que demasiadas páginas en Las teorías salvajes me han resultado incómodas de leer. Que sí: que queda muy sexy mezclar erudición y porno, pero ante todo, una novela debería ser legible y significar algo:

Identificarlos permitía delinear el perfil de las estrategias posteriores para llamar la atención sobre sí mismos, entre otros dispositivos que regulaban el piso calórico de sus sistemas de amor propio, de acuerdo con una fórmula donde el binomio audiencia y empatía se convertía en modalidad existencial. (…) La transformación de las observaciones iniciáticas en sistemas personales implica la participación activa de los pequeños “sujetos sujetados” en el buceo de sus propios pasados.

Esto tiene un nombre: verborrea de argentinos. El pasaje citado aparece en el primer capítulo de la novela y de no haber escuchado tanto bombo entorno a ella, yo lectora, hubiera abandonado en este preciso instante y no me hubiera sentido menos lista que nadie por hacerlo. Yo diría que esto en la página 36 es correr demasiados riesgos.

Moraleja: entre cualquier argentino o argentina – por buen@ que esté – y Peter Capusotto, siempre hay que elegir al segundo.

Cuota musical: el disco nuevo de PJ Harvey mola y yo me he quedado enganchada en un bucle obsesivo con esta canción (quiero decir que hoy la he escuchado diez veces, menos mal que es cortita): The Last Living Rose.

AUTORRETRATO DE EDOUARD LEVÉ

Mi autorretrato al estilo Levé:
Mido metro sesenta. Nunca me he acostado con una cebra. He tenido la idea de escribir una novela sobre mutaciones genéticas. El síndrome de Angelman me fascina. No me gustan los plátanos. De pequeña reunía todas las mariquitas que podía en una esquina del porche y las aplastaba con una losa. Canto de memoria cinco canciones de Britney Spears. No voto. No como ostras. No tengo coche. He viajado a ocho países diferentes. He estado en un karaoke. No he estado en un club de intercambio de parejas. Soñé que leía el Ulises de Joyce. No he leído el Ulises de Joyce; no he terminado En busca del tiempo perdido; no he pasado de la página 40 de El hombre sin atributos; no se me han hecho breves las 126 páginas del Autorretrato de Edouard Levé. Podría continuar este ejercicio durante 126 páginas. No creo que el contenido le interesara ni a mi madre. El recurso de escribir como quien hace la lista de la compra me recuerda a Walt Whitman. Walt Whitman es un poeta que me irrita sobremanera. Prefiero a Emily Dickinson. Si Emily Dickison condensaba, Walt Whitman tenía que decirlo todo: una baldosa suelta en la calle, una prostituta que se asoma por la ventana, se pone el sol en América, atraca un barquito en Manhattan, un hombre con mondadientes arranca una brizna de hierba para limpiar la mierda de sus zapatos, a una muchacha se le hincha el pecho de goce al pronunciar la palabra democracia. GOD BLESS YA WHITMAN. Levé puede utilizar una técnica parecida, pero el carácter de su obra es anti-Whitmaniano. El poeta del sombrero de paja construía mediante acumulación para dar a entender LA GRANDEZA DE LA NACIÓN Y LA PLURALIDAD DE LA DEMOCRACIA; Levé demuestra en su Autorretrato la insignificancia de la experiencia vital humana. Ya lo he dicho: 126 páginas y múltiples repeticiones temáticas. No es modestia: es la pura verdad. Somos una lista de “he visto, he tenido, no he hecho, he conducido, he follado, he dicho.” En fin, me gusta la tesis del libro más que el libro en sí. Levé no se conforma con ser Whitmaniano sino que también quiere ser Dickinsoniano y aúna la enumeración con el epigrama de manera que a veces da la impresión de que lo que estamos leyendo es una “lista de aforismos”, uno detrás de otro, sin punto y seguido. Y nadie puede escribir mil y pico frases ocurrentes de un tirón. Nadie puede ser original siempre.

“Fantaseo con escuchar a escondidas lo que se habla en una notaría durante una semana. No fantaseo con hacer lo mismo en la consulta de un psicoanalista” PORQUE ESO ES LO OBVIO Y YO COMO SOY ARTISTA INTENTO HACER LO CONTRARIO A LO OBVIO (Pero lo contrario a lo obvio no es necesariamente original.)

“Viendo Harlem desde el metro me vino a la cabeza esta frase: “No es la tierra prometida” ¿A TI Y A CUÁNTOS MÁS?

“A mi abuelo le presentaron a mi abuela porque a los dos les gustaban las corrientes de aire” NO TIENE NINGÚN SENTIDO PERO SUENA MUY ORIGINAL, ¿NO?

Pero merece la pena leer el libro por otros momentos más inspirados:

“Escuchar música alegre es como pasar un rato con gente que no se me parece”

“Podría hacer una colección perversa de guías turísticas temáticas, con títulos como: chalés arrogantes, Semáforos peligrosos, Supuestos museos, Lugares donde no hay nada que ver en particular, Sitios en los que tal vez durmiera un arzobispo.”

“No pregunto si me quieren. Solo podré decir una vez sin faltar a la verdad: “Me muero”. El mejor día de mi vida quizá ya haya pasado.” Así, por cierto, termina el libro. Muy conmovedor. Tras Autorretrato Levé escribió Suicidio y luego se pegó un tiro, tras haberle enviado el manuscrito a su editor. Los artistas plásticos tienen un sentido del efecto mucho más cultivado que el resto de los mortales.
A 451 Editores le encantan los autores trágicos: Levé, Jorge Barón Biza, Rodolfo Walsh, Shakespeare… Pero, y a raíz del post anterior, haré notar que es una de las pocas editoriales que aún parece tener correctores de estilo competentes en nómina. Brindo por ello. Y Micah P. Hinson, ese gran emo, brinda por el suicidio versionando el canon de Pachelbel:

ORACIÓN POR LOS CORRECTORES ORTOTIPOGRÁFICOS


Tal vez estemos presenciando el ocaso de la ortografía unificada tal como la conocíamos hasta ahora. Incluso la RAE se ha vuelto blanda y ahora solo/sólo hace recomendaciones, no vaya nadie a sentir limitada su libertad de expresión en internet, esa plataforma que ha vuelto a popularizar la letra escrita, porque ningún ciudadano resiste la tentación de hacer comentarios racistas en el 20minutos. Internet ha logrado que personas que hace veinte años apenas leían/escribían, hoy lo hagan a diario. The point is how. Tiene cierto interés antropológico el fenómeno mediante el cual se mezclan las secuelas indelebles de la educación pública con la necesidad simiesca que tienen los individuos de explicitar su origen sociocultural a toda costa. Es decir, todos los ciudadanos no adolescentes que ocupan el espacio público uniformados según su ideología/grupo-sociocultural, es lógico que frente a un ordenador necesiten tunear también su palabra escrita, volverla distintiva, reflejo de las idiosincrasias de su grupo social o de su estado emocional: DICIENDO QUE ESTÁN ENFADADOS, k son d1 barrio d los mas txungo, o que están muy orgullosos de su Título de Instalador Eléctrico Obtenido En La UPV.  En el fondo, tratar de estandarizar estas expresiones sería como ir corrigiendo con boli rojo los grafitis que se encuentran en las ciudades. Lo non-standard puede proliferar sin peligro en la periferia de una norma bien asentada. Claro que una comienza a dudar de que ésta/esta exista cuando ya ni siquiera los diarios nacionales se libran de cometer faltas ortográficas dignas de un niño disléxico de primaria. Ayer mismo encontré en Público una preposición “ha” y un “hechó” en quince minutos de lectura. Y esto no es lo peor. Los libros de psicología de la UNED, 60 euros cada volumen, redactados por los miembros del equipo docente de cada asignatura y de compra obligatoria, tienen erratas, faltas ortográficas, puntuación caótica y un uso desenfadado de las mayúsculas: “el Estudio de la Neurología es de suma importancia…” Tras contar en el primer libro de Elvira Navarro, “La ciudad en invierno” –que mis profesores sin duda hubieran titulado “La Ciudad en Invierno”- 25 oraciones en las que la copulativa “y” aparecía precedida por una coma, llegué a la conclusión de que al final, todo guarda relación con la crisis. Porque la crisis es la única explicación razonable de que España haya decidido defenestrar la figura del corrector textual. Es curioso que esto ocurra precisamente en la época del Photoshop, cuando todo es corregido y mejorado a posteriori. Es curioso que al pagar 20 euros por un libro estemos alimentando libreros, transportistas, repartidores, diseñadores gráficos…pero no correctores.
Let’s launch a campaign: APADRINA UN CORRECTOR: porque nadie está obligado a conocer tu verdadero nivel de estudios.
Debería agregarse una nueva disposición a la Ley Sinde: que no sólo/solo clausuren páginas que vulneren los derechos de autor, sino también aquellas que atenten contra el honor de nuestra lengua patria. Se crearía una comisión de ciber-correctores rabiosos, de orto-sabuesos, para la tarea. Y delinquir pasaría a escribirse con k.
Lo mejor de la antología de Lolita Bosch sobre literatura mexicana contemporánea – Hecho en México, Mondadori, 2007 – es, además del texto de Luis Alberto Crosswhite, que incluye canciones de Paquita la del barrio y esta popular que versiona Café tacuba, muy poco ortográfica y que enlazo para equilibrar el tono de este post:

Si no conocen a Paquita, no pueden perderse esto:

P.D. Lo malo de escribir un post quisquilloso como éste es que llevo quince minutos buscando erratas, no sea que venga alguien a decirme eso de it takes one to know one. O que para ser purista debería dejar de emplear anglicismo continuamente. En fin. Yo no soy correctora. Just for the record.

WE’RE SICK OF BOLAÑO (una etiqueta Facebook o cuestión de principios)

Porque la unanimidad nos espanta, este blog no se declara fan de Roberto Bolaño.
Este blog considera que:
1) A todas sus novelas le sobran 200 páginas.
2) 2666 está escrita con obcecada incompetencia.
3) Pronto su cara aparecerá impresa en camisetas de mercadillo, como si fuera el che y en este blog odiamos la serigrafía barata.
4) Nunca hemos leído un relato de Bolaño que nos hubiera gustado de no haber sabido de antemano que tenía la firma Bolaño: Bolaño es un Duchamp cualquiera.
5) Desaprobamos que sus editores y albaceas lo hayan convertido en emblema de la mala praxis editorial.
6) Los cajones secretos de Bolaño son como el bolso de Doraimon. Por muchos inéditos que saques, siempre hay más dentro. Anagrama ha anunciado un nuevo inédito para enero y corren rumores sobre negros que escriben en un zulo, a marchas forzadas, nuevos libros de poemas que se le adjudicarán en los próximos años. Su productividad poética se estima en 1/1 (poema por minuto), de manera que el legado puede ser eterno.
7) Nos gusta Octavio Paz.
8) No nos gustan sus amigos.
9) Proponemos la creación de un grupo Facebook de anti-fans de Roberto Bolaño. Por figurar. Por fomentar la sana costumbre de la oposición. Porque ya hay demasiados iconos pop en occidente. Por la literatura. Por el amor. Por la patria.
10) Coño

De música ligera de Aixa de la Cruz

He leído este libro porque lo recomienda Alberto Olmos en su formspring. Le preguntaban sobre autores de los 80 y mencionaba a esta señorita, Aixa de la Cruz, que sí, parece ser de las pocas veinteañeras que en este país escriben. Es que a los veinte años hay muchas cosas que hacer más importantes que escribir, ese es el problema: ir a la universidad, comprar ropita, ligar por Facebook, hacerse fan de la webpage de Arnaldo Otegi, probar las metanfetaminas, etc. Son muchas distracciones para la tarea absorbente de escribir una novela. Esto se nota en De música ligera, se nota que la autora estaba necesariamente en otra cosa. Por eso hay tanta fragmentación, tanto inciso, porque escribir doscientas páginas de seguido no es fácil cuando tienes que limpiar los restos de la fiesta de anoche en tu piso de estudiante. No digo que haya que mirar con condescendencia a los jóvenes escribientes, pero debemos juzgarlos en su contexto. Virginia Woolf nos enseñó a entender la obra de Jane Austen como la de una mujer que no tenía un sitio propio para escribir; yo he leído De música ligera sabiendo que su autora vive la edad de la distracción, que probablemente escribe escuchando la radio y contestando mails. Esto no es malo; irrumpen mensajes variopintos en la novela que le dan cierta gracia: desde artículos de divulgación científica hasta necrológicas por cantantes de rock falsos. Es como cuando escuchas música en Spotify y de pronto saltan los anuncios; entiendo que la autora pretendía transmitir esta sensación de lista de reproducción caótica, de pub sin personalidad, y en este sentido lo consigue. Sin embargo, no es difícil percibir que estos incisos mediáticos aparecen justo cuando el hilo de la narración se le va de las manos. La prosa – aún tengo dudas sobre qué quiero decir cuando digo eso: prosa – es correcta, pero no hay unidad de estilo. Es aquí cuando la distracción de los veinte años pasa factura. A Aixa de la Cruz se le olvida de un día para otro cómo está escrita su novela y la voz en tercera persona que regula las partes narrativas cambia continuamente. No hay que alarmarse; no es esquizofrenia; ni siquiera influye el ciclo menstrual; es que le faltan años y mucha práctica para encontrar una voz uniforme que sea suya. A ver, vamos a echarle una mano: se intuye que Aixa no es cursi – o que no quiere serlo - porque predomina la sobriedad en su relato. En sus mejores párrafos diría que es elegante. Sin embargo, de pronto resbala. La historia de amor entre el niño Dylan y la francesita perversa – sí, hemos notado el paralelismo con Grandes esperanzas pero no es exculpatorio- tiene momentos empalagosos: “nada que Estelle no pudiera igualar con solo aparecer, mezclar el humo con el cielo desde las ramas de la higuera.” Por favor… las higueras, conjuntamente con los colibríes, deberían prohibirse en literatura. Pero más que la cursilería, su vicio suele ser lo pedante. Quiere decirnos que sabe mucho de música y en ocasiones nos mete la información con calzador. Además, le ha parecido muy moderno eso de incluir su voz autoral en el relato y nos vapulea con reflexiones manidas sobre el acto de escribir. De música ligera me hubiera gustado más sin esos incisos, la verdad, pero incluso con ellos, y a grandes rasgos, me ha gustado. La primera parte, centrada en el pianista afásico cuando era niño, es notable; el personaje es uno de los aciertos de la novela. Es un emblema de la angustia que sentimos todos aquellos que estamos limitados para hacer algo que la sociedad considera importante; en mi caso, pintarme las uñas como dios manda. Y su rebelión contra el lenguaje es punk, lo que tiende un lazo entre las dos historias, entre el imitador trasnochado de los Clash y el niño pianista, intérprete de Debussy, que alquila trajes usados para las audiciones.
Odio a Bob Dylan pero me ha gustado esta versión que hace de You belong to me. Hoy me he despertado sentimental:

Risas enlatadas de Javier Calvo

“Risas enlatadas” de Javier Calvo me ha dejado un regusto obsceno, como si una intentara ser sofisticada y luego no pudiera resistirse a beber vino de cajita o a masturbarse con una película porno bajada de pelisyonkis. Disonancia cognitiva: ¿por qué me ha gustado un libro tan mal escrito? Aún peor: ¿Por qué he leído un libro cuyo primer relato es homenaje-declaración-de-amor a DFW? Sí, “Arco iris de levedad” – gran título…- es un calco del primer relato de “La niña del pelo raro”, de cuyo nombre no quiero acordarme. Los protagonistas son maricones en lugar de bolleras y el programa de televisión no es un 50x15 a la americana sino una especie de El Hormiguero para enemigos de la cultura y la tradición; queman libros entre ovaciones y organizan campañas para demoler edificios históricos. El guionista tiene un pasado académico en el departamento de literatura de la universidad = es un rebelde. Si los espectadores representan la estulticia generalizada, los creadores son simplemente cínicos, han llevado la máxima de darle al público lo que quiere hasta el extremo. Esa es la tesis del relato, creo. Todo tiene que ver con Belén Esteban. Y el resultado no es bueno, pero es al menos mejor que su modelo.
Mondadori necesita un corrector de estilo. Yo busco trabajo. Si les interesa escriban a: isabel.archer@hotmail.com. “Risas enlatadas” tiene muchos, demasiados errores de esos que Senabre sueña con encontrar en los libros que caen en sus zarpas y hay que hacer todo lo posible por privarle de festines. En adelante, culparé a Mondadori y no a Javier Calvo por esta ausencia conspicua de correctores bien-pagados. Sin embargo, hay construcciones que no incluyen cacofonías o repeticiones de palabras pero que duelen igual y además, joden el estilo por completo: “descubre que actuar en conformidad con sus impulsos espontáneos no resulta tan gratificante como insertar el vector formado por sus acciones en el flujo de eventos circundantes.” Esta frase en mitad de un texto por lo demás limpio, de frases cortas, es como insertar una parrafada de Musil en mitad de un cuento de Carver. Siempre me he preguntado si Musil es insoportable también en alemán o si se lo cargaron sus traductores. Javier Calvo es traductor. A veces da la sensación de que se traduce a sí mismo y eso es interesante. Son mayoría los relatos que ocurren en un contexto anglosajón y en ellos, los diálogos tienen esa extrañeza, esa naturalidad forzada que a menudo surge cuando un traductor intenta codificar formas conversacionales de un idioma a otro. “Oh, querido” es “oh, dear”, porque “Oh, querido” no lo dice ya ni mi abuela; y la prosodia, en general, cambia; es un ritmo anglosajón; están en Londres y es verosímil. Apostaría a que muchos de los diálogos entre las punkis warholianas de “La fiesta portátil” estaban primero en inglés en su cabeza. Esto es lo que más me ha gustado del libro y lo más probable es que sólo sea una fabulación mía, algo que no se me hubiera pasado por la cabeza si el autor no necesitara especificar en su cuarta de forros que traduce a Ted Hughes. Pero bueno, me han gustado otras cosas. El libro es una montaña rusa. Justo cuando estás a punto de abandonar porque “joder, otro relato en el que interviene el discurso televisivo y hay, por supuesto, un maricón y escenitas fragmentadas” ocurre algo que sorprende: una mujer está comiendo en silencio mientras su marido ve la televisión. Éste sufre un ataque de hilaridad activado por las risas enlatadas y busca la complicidad de su mujer asestándole una palmada en la espalda, tan efusiva que hace que ésta se clave el tenedor en la garganta y caiga muerta: ergo sigo leyendo.
El último relato está más descuidado que los demás, como si ya tuviera ganas de terminar el libro; son cosas que pasan a partir de la página 200, te entra ansiedad. Aún así, la idea mola. Una familia pobretona de gordos escoceses versiona a su manera los clásicos de la literatura inglesa, desde Orgullo y Prejuicio hasta Mrs. Dalloway. A T.S. Eliot le hubiera encantado, vamos: the stream of tradition. Lo que no le gustaría tanto es que lo cite cualquiera, desde moi hasta Juan Manuel de Prada en su defensa de la reconquista. Os regalo este vídeo:




Bueno, me ha divertido Javier Calvo con sus temáticas de reality show, con sus relatos en los que siempre tiene que aparecer una televisión, una referencia pop, una literaria y al menos un homosexual. Intentaré conseguir Corona de flores en la biblioteca esta semana.