ARGENTINOS: POLA OLOIXARAC Y PETER CAPUSOTTO

Un nuevo reportaje hoy en El País (link) deja claro que el diario aborrece el kirchnerismo y considera a la presidenta Cristina algo así como una Chávez color de rosa. No estoy muy enterada del conflicto, sólo de la tendenciosidad de este diario que echa espuma por la boca en cuanto se ataca a algún escritor de Alfaguara, pero no creo que Argentina tenga problemas de autocrítica tan severos cuando el cómico Diego Capusotto sale semanalmente en la cadena pública. Los argentinos saben hacer algo que en España aún no se estila: parodiar sin complejos y desde la izquierda las inconsistencias y absurdeces de la propia izquierda. En esto, los sketches de Capusotto y la primera novela de Pola Oloixarac coinciden.



Cortázar decía que la novela ha de ganar por puntos y el cuento por knock out. Se me ocurre también que una novela debería ser tan buena como su mejor capítulo o pasaje. Las teorías salvajes es una obra bastante irregular que resulta sin embargo brillante aplicando cualquiera de estos dos criterios. Por acumulación gana y es un puzle caótico, muy satírico e inteligente sobre los muchísimos sinsentidos de la modernidad. Por saliencia, los pasajes del atraco en los bosques de Palermo o el síndrome de Down que eyacula en manos de Kamtchowsky en un Macdonalds son tan absolutamente geniales que el resto de la novela, sin más, se diluye en ellos. Ahora bien: aunque apoyaré siempre cualquier ofensiva narrativa o armamentística que se emprenda contra la ACADEMIA y aunque muchos pasajes de la novela muestran con éxito su ridiculez intrínseca, no tolero que la autora nos castigue utilizando como medio para su sátira el sublenguaje propio de la charlatanería teórica. El 99% del público nerd al que va orientada esta novela ya habrá sufrido la universidad y coincidirá conmigo, por lo tanto, en que nada de cuanto se oye en las aulas – es decir: de cómo se oye - debería colarse en literatura, esa cosa inescrutable que es principalmente estilo; porque haciéndolo se corre el riesgo de que el resultado deje de considerarse eso: literario. Lamento decir que demasiadas páginas en Las teorías salvajes me han resultado incómodas de leer. Que sí: que queda muy sexy mezclar erudición y porno, pero ante todo, una novela debería ser legible y significar algo:

Identificarlos permitía delinear el perfil de las estrategias posteriores para llamar la atención sobre sí mismos, entre otros dispositivos que regulaban el piso calórico de sus sistemas de amor propio, de acuerdo con una fórmula donde el binomio audiencia y empatía se convertía en modalidad existencial. (…) La transformación de las observaciones iniciáticas en sistemas personales implica la participación activa de los pequeños “sujetos sujetados” en el buceo de sus propios pasados.

Esto tiene un nombre: verborrea de argentinos. El pasaje citado aparece en el primer capítulo de la novela y de no haber escuchado tanto bombo entorno a ella, yo lectora, hubiera abandonado en este preciso instante y no me hubiera sentido menos lista que nadie por hacerlo. Yo diría que esto en la página 36 es correr demasiados riesgos.

Moraleja: entre cualquier argentino o argentina – por buen@ que esté – y Peter Capusotto, siempre hay que elegir al segundo.

Cuota musical: el disco nuevo de PJ Harvey mola y yo me he quedado enganchada en un bucle obsesivo con esta canción (quiero decir que hoy la he escuchado diez veces, menos mal que es cortita): The Last Living Rose.

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